A Lady Ledón no le gustan las sorpresas, sobretodo cuando lo imposible pasa frente sus ojos. No quería que nadie la viera llegar sola al restaurant sin comensales, ni tomar de la sopa que nunca llegó. No quería sorbetear las patas de caballo, ni bailar con una monja coqueta.
Sin embargo, al sentir los truenos del piso que bailaba al son de las pezuñas, pensó que nunca habia visto un caballo tan diestro y tan devoto.
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